El Cirquito de a Locha Maracaibo
Los asistentes llevaban su taburete de madera para ver el espectáculo,
pero si el mismo ocupaba mucho espacio por su gran tamaño, debían
compartirlo con alguno de los presentes. Aunque esa norma debía cumplirse para poder apreciar relativamente con comodidad el show, otros preferían sentarse directamente en el suelo para evitar el posterior traslado del asiento.
Quien asistiera a la función del domingo, participaba automáticamente
en una rifa de un dulce de leche en forma de pescado, de manera que el
espectáculo de ese día, siempre cumplía con el objetivo planteado por los
organizadores de convertirse en lleno total.
Aunque los encargados del pequeño circo eran oriundos de la ciudad,
desde tiempos remotos se podían ver extranjeros y gitanos rondando los
espacios públicos, promocionando algunas funciones de las tantas compañías de variedades que acostumbraban llegar por el viejo malecón.
Por ejemplo, antes de
existir el Puente Lares instalado entre la Avenida Federación y Calle Padilla, se le encomendó a un artista circense de origen trinitario, la tarea de promocionar los eventos próximos a presentar en Maracaibo mediante un llamativo acto, ideando saltar sobre la Cañada Nueva hasta el otro extremo, realizando un brinco dantesco apoyado en una vara.
El día esperado llegó
y la banda de músicos del
circo amenizaban la velada
mientras el caballero de
color cumplía con su labor
efectuando un medio giro en
el aire, cumpliendo su proeza
con excelentes resultados.
Tuvo tal connotación esta valiente
aventura, que los habitantes
decidieron bautizar al sitio
como “La esquina del brinco”,
quedando con ese nombre para
la posteridad.
Fotografía referencial: autor desconocido / de dominio público
Cortesía de Daniel Hernández Luengo y su Libro "Veritas Historias Inéditas"
Mi agradecimiento a Deibis Castro de la cuenta @Macbo_vos por tan valioso presente.
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